El paisaje de Menorca está cuadriculado por una densa red de muros de piedra seca perfectamente integrada en el entorno. Es un paisaje humanizado, modificado a lo largo del tiempo por una actividad humana que ha sabido respetar la armonía de la naturaleza.
A través de estos muros, miles de manos nos revelan los secretos de una sociedad, con una manera de vivir y de trabajar, un conocimiento admirable, un vocabulario sabroso y un profundo amor a la tierra.
Punta Nati, al norte de la isla, se define como el paisaje cultural más emblemático de Menorca, por la concentración y calidad de elementos etnológicos y arqueológicos, y por ello como el ejemplo que identifica la esencia de la cultura propia isleña.